sábado, 30 de abril de 2011

Cerrando los ojos.



Hada tiene una manera de ser cautivante. Es soñadora, romántica y sensible.
Su sueño es convertirse algún día en un hada mágica.

En un día de lluvia caminaba sin rumbo por la ciudad, disfrutando de cada gota que tocaba su cuerpo.
Su corazón estaba tan triste como el día.
Su corazón lloraba con cada gota que caía del cielo, aquel cielo que la estaba esperando para cuando ella decidiera desplegar sus alas y volar. Volar tan alto como jamás imaginó.
Pero ahí estaba, con los pies en la tierra, parada, quieta, inmóvil, con su rostro mirando el infinito y las gotas acariciando su piel.
Pensaba en sus sueños, aquellos posibles, aquellos imposibles. Los que le sacaban una esperanza o los que la lastimaban.
Cerró sus ojos y en un mágico momento decidió abrir sus alas. Y subió, subió tan alto que su corazón le hizo cosquillas por todo el cuerpo.
Voló, acarició el viento, la nada y el todo del universo.
Voló con sus alas tan desplegadas....
Sintió que el cielo era su compañero de aventuras.
Sintió que el universo era de ella.
Sintió una inmensa felicidad, aquella que necesitaba para respirar, para vivir, para volar, para seguir soñando.
Voló por ese cielo gris, voló entre la lluvia, entre los campos verdes, entre lo imaginable y lo doloroso.
Sintió paz interior. Su alma reía, gritaba, susurraba, sentía, amaba en ese mágico momento.
Pero algo sucedió, un enorme trueno la sacudió tan fuerte que le hizo abrir los ojos. Y al abrirlos ahí estaba, parada en el mismo lugar, con sus pies sobre la tierra, quieta inmóvil y con su mirada clavada hacia el infinito...

Hada.-

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